Carta del 8 de enero del 2024:
Uno, lo evidente. Estoy escribiendo desde un lugar diferente al de la última vez que lo hice. ¡Estoy en Substack! —en vez de Mailchimp—. Las razones principales son tres:
Siempre hubo fricción entre Mailchimp y yo. Me tomaba mucho tiempo configurar el correo en un formato que me terminara de embonar y no sé por qué cosas sencillas como el tipo de letra, o el cambio de tamaño de las imágenes me descuajeringaban dicha configuración cada vez.
Substack está pensada para escritores y menos basada en imagen o vídeo. Aún así permite cierta personalización que se acomoda a mis habilidades técnicas básicas.
Como YouTube, esta plataforma todavía deja que la usuaria gestione lo que quiere ver el contenido a la que está suscrita sin mezclarlo con publicidad y recomendaciones del algoritmo. Es algo que valoro mucho como usuaria y quiero apoyar a las redes sociales que operan de esta forma.
Comento todo lo anterior porque sé que a algunas de vosotras os interesa el tema de la adaptación digital y libráis vuestras propias batallas en torno a esto.
Dos, lo importante. Los reyes magos me han traído una nueva imagen para Prosa. Con la mudanza a Substack, he aprovechado para refrescarla. Como ya dije antes, mis habilidades técnicas son limitadas y, por tanto, las capas de Photoshop son una suerte de enigma indescifrable. Afortunadamente, mi compañero de vida es espabilado, atento al detalle y mucho más hábil que yo y me ha regalado unas horitas de su trabajo.
¡Gracias grandotas y públicas, a ese rey mago espléndido!
La sucesión de eventos fue más o menos así: mujer hace tres trazos de inspiración en Canva con una paleta de colores de la que ahora nos podemos reír – hombre comenta “si a ti te gusta, eso es lo importante…” – mujer lo sigue intentando y tiene una epifanía – hombre lo trabaja con las herramientas correctas y lo lleva a término exitosamente generando variantes y alternativas.
El resultado es que nos despedimos de la chica taciturna de ojeras con pelo serpentino al viento que es mucho más romántica de lo que he sido yo alguna vez. Gracias también a ella por todos estos años de servicio. Gracias a ti si estás aquí desde entonces. Podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que, si conociste a la Prosa Ojerosa de pelo ondulante al viento, formas parte del acervo histórico de este proyecto.
Tres, lo pendiente. La última carta que escribí data del 30 de agosto cuando comenzaba el primer taller online que he creado nunca. Quiero comunicar que entre las 10 participantes y yo lo sacamos adelante y que en este caso mi silencio no es indicativo de su fracaso. Aunque si lo fuera tampoco sería mayor tragedia.
Para cuando terminamos, el genocidio en Gaza ya había comenzado y mi presencia en internet volvió a sentirse —para mí— como puro ruido. Ensordecedor e innecesario.
Estoy aquí de nuevo no porque la realidad haya cambiado —lamentablemente— sino porque he recuperado algo de la fuerza y ganas que me permiten escribir a pesar de todo lo atroz que ocurre a diario. Intento escribir siempre desde un lugar mejor que la desesperanza, sin embargo, en estos meses no he estado exenta de sentirla y he optado por no ser agente de contagio mediante estas cartas.
En 2019, cuando comencé a enviar remedios literarios a domicilio, me enorgullezco de haber incluido Un detalle menor de Adanía Shibli dentro de la selección. En 2023, A Adanía Shibli le negaron la entrega del premio LiBeraturpreis en la Feria del libro de Frankfurt. Ante esto, porfa sigamos leyendo a las autoras palestinas.
Cuatro-cinco, los micrófonos. En estos días me recordaron de la existencia de esta canción paupérrima de ¡2007! que no se merece que nadie vuelva a sacarla a la luz pero que me ha venido como anillo al dedo para hacer la gracia desfazada de década y apropiada para estos toques remember que ya son costumbre aquí.
Para contrarrestar mi falta de originalidad al seguir la tendencia de cambio a Substack, en vez de hablar de objetivos los primeros días de enero, la propuesta es que hablemos durante más tiempo de los logros. Especialmente los logros recónditos.
La definición de este tipo de logros sería algo así como: los logros que sólo tú mismx en comparación con una versión anterior tuya podría notar. Y aquí me permito dar un ejemplo de mi propia vida; lo he dicho antes, pero en enero del 2022, mi mamá murió tras pasar mucho tiempo enferma. Durante y después de ese tiempo, yo no pude escuchar música sin llorar hasta que los ojos se me quisieran salir de las órbitas. También aplicaba a series y películas con una mínima carga emocional.
Es por esto por lo que en 2023 un logro recóndito mío ha sido poder volver a escuchar música y disfrutarla. Estoy muy feliz de reportarlo. Cuando me di cuenta de que estaba evolucionando positivamente fue cuando escribí esto.
La moraleja de la historia es volver —si el humor acompaña— a mirar agendas, listas de tareas —tachadas o no—, diarios —si se llevan— u hojas del calendario de los meses anteriores y pasar un rato más largo en el logro que ponernos ya de cara al futuro. Lo positivo que veo en esto es que al mirar hacia atrás rebuscando entre lo pequeño, nadie puede refutar lo que estos logros significan salvo nosotrxs mismxs y nos deja asomarnos a lo que viene con una sensación de abundancia más que de insuficiencia.
Celebro tu gran logro, Adri. Grandisimo logro, en realidad. Qué de valentía y vulnerabilidad hay en él. 🤍
Y qué cosas que mi logro es volver a llorar. No lo había vivido así hasta leerte ahora, pero sí. Ese es el más grande que siento ahora.
Te mando un abrazo, 🤗
Hola, me da gusto recibir tu mail y leerte de nuevo, ah y muy linda la tipografía con el ojo.
Abrazos!