un must
A lo largo de mi infancia y adolescencia, el imaginario de la telenovela marcó bastante el concepto de lo que una señora debía ser: un cuchillo de plata para abrir los sobres del correo postal parecía de algún modo un artículo de primera necesidad, desprenderse de la oreja el pendiente-botón-de-presión dorado para atender el teléfono, un gesto diario y tener un carrito en el salón donde guardar el whisky en una botella con tapón de vidrio, un must.
Sin embargo, lo que he comprobado hasta ahora de mi incipiente edad señorial dista mucho de aquellos escenarios. Se asemeja más a tener un autoinfligido tope de consumo de electricidad que no te permite secarte el pelo y tener el horno encendido al mismo tiempo sin que salte el cuadro eléctrico, usar tu cuenta de instagram como cementerio de cientos de recetas que nunca vuelves a revisitar y para las cuales, en caso de consulta, de un vídeo de tres segundos, necesitas hacer ochenta y cinco screenshots. A mis «guardados» van a morir un gran rango de recetas, no únicamente las de cocina sino mezclas con canela para ayuhentar mosquitas de la fruta y también desmanchantes naturales.
En cuanto al carrito de licores no sólo decepciono ante la ausencia de uno, sino que firmaría una petición para que los restaurantes dejasen de forzar a lxs encargadxs de servir el vino a esperar la reacción de la señora sobre si le gusta o no le gusta. Quisiera nos ahorrarámos todxs ese momento. Me gustaría pronunciarme en nombre de todas las señoras y decir que nos gusta el vino que escogimos de la carta y que de todas formas, quizás es el único que nos encaja en cuanto al precio, gracias.
Volviendo a la telenovela como ámbito artístico, me aventuro a afirmar que a pesar de todo lo clasista, misógino, heteronormativo y racista que es tradicionalmente y por naturaleza, su éxito está en que el absurdo no representa un obstáculo infranqueable para la continuación de la trama y eso hace que no puedas dejar de mirar.
Hace más de quince años que no me siento a ver ninguna — ni siquiera un K-drama— pero me queda claro por qué me prohibían verlas cuando era pequeña, provocándome todavía más necesidad de consumirlas todas a escondidas y en mute. Aún así, una aprende que el amor de Luis Fernando es suficientemente imprescindible como para empujar a tu contrincante por las escaleras — otra mujer, generalmente más joven, por supuesto— , fingir un embarazo y cometer delitos de usurpación de identidad.
Aunque lo último puede sonar en extremo rocambolesco y ajeno — espero— a la vida real de señoras que llevamos, la verdadera protesta silenciosa quizás radica en que la vida no gire en torno a gustar.
un basic
El otro día en el taller que facilitaba, nos preguntábamos si el tiempo transcurrido para convertirnos en señoras nos había «concedido» la sabiduría y distancia suficientes para tomarnos ciertas «libertades creativas» con nuestra apariencia, y desde entonces, he recopilado otras más:
Llevar bolsos pequeños y tal vez menos estilosos para transportar sólo lo tuyo (o no llevar ninguno), asumir licencia para ponerse ropa ancha, no teñirse y dejarse las canas, ser repetidora de ropa (referirse a la sección de la obsesión), no verse en la necesidad de alisarse el pelo para eventos formales o profesionales, usar vestido con zapato deportivo, no esperar a modificar una parte del cuerpo para tatuarse esa parte del cuerpo, cortarse el pelo corto aunque la convención diga que es «masculino», poco sexy, que envejece y dios no lo permita, te ensanche la cara.
En este párrafo me encantaría enchufar un final redondo que me proclame victoriosa en la conquista de muchas de las anteriores pero estaría siendo poco sincera. El «gustar-me» sigue estando informado por mucha caca de la que vale la pena trabajar para deshacerse y de la que vale dinero deshacerse, también. No obstante, de la lista, cuatro las considero bastante dominadas y pretendo ir haciendo mella en al menos dos más. Podría decirse que tengo un basic level.
(un inciso)
Para dejarme escribir la siguiente sección he tenido que soportar y atravesar la creencia de que hablar sobre este tema me hace superficial, poco seria e incoherente con la prosa y con «Prosa». Lo digo no para convenceros ni convencerme de que no lo soy, sino para seguir escribiendo a pesar de lo que soy.
la parte sobre obsesionarse
Quizás no lo parezca, pero en verdad creo que he escrito todo lo de antes como excusa para diseminar mi nueva obsesión con quien lea esto. Esta semana he tenido que desechar «la parte sobre leer» para poder poner el foco en obsesionarme.
Si alguien aquí es de mi quinta, sabrá del momento de la película Clueless donde Cher — Alicia Silverstone— se está preparando para ir al instituto y en un ordenador con un Windows inventado previo al acceso de la persona común a cualquier touchscreen, tenía su armario digitalizado y elegía combinaciones de su propia ropa para ponerse ese día. En una automatización alucinante que a más de una nos voló la cabeza en aquel entonces, además de un par de clics, aparecía el conjunto elegido con una rotación de sus perchas que era pura brujería.
¡Personas! han creado la app para que hagamos esto. Se llama Whering. El buscador me dice que Vogue escribió sobre ésta en 2021 pero yo me voy enterando ahora.
Pasé el finde anterior tomándole fotos a mi ropa para poder sobresalir en ser repetidora de ropa, ser una profesional en ello, tratar mi propio armario como una tienda. No sabía que esto era lo que mi corazón buscaba pero sí era.
Tal vez — como a mí— ver el número entero del total de artículos que tengo contando zapatos, bolsos y piezas de vestir, os parezca ameisin… apabullante… suficiente… esclarecedor.
¿Qué cae en un buen punto medio entre querer y necesitar? Quizás lo que me gusta de la app es la falsa sensación de objetividad que me da para responder esa pregunta o que me permita en un futuro comprar a plena consciencia de mi auto-indulgencia. Sencillamente lo mejor sea su ruleta endiablada — parecida a la de Alicia Silverstone— y que además te indique el porcentaje de armario que estás usando realmente o cuántas veces has usado cada uno de los artículos, siempre y cuando vayas registrando lo que te pones (a.k.a. la obsesión)
Le elogié unos pantalones a una amiga y me dijo que se los puso porque estaban a prueba; si no los usaba suficiente, en tres meses iban fuera de casa. Me pregunté entonces qué significaba «suficiente» y cuál método iba a usar para recoger esos datos, pero no se lo pregunté. No generé debate. Pensé en que es un contraste muy alto criarse con películas como Clueless y ser responsable del consumo mundial de recursos como personal natural, del desierto de Atacama y de los bloques submarinos de plástico. Pensé en que es un contraste muy alto criarse con telenovelas y saber que está bien ser señora tal cual.
Me encanta !!! Súper creativa y divertida. Muero de risa imaginando. todas beso que cuentas aquí ,leyendote. Contar todo tu vestuario ,incluído "lo que sea" jajaja . Sra de telenovela ,como me he divertido 😘😘🤣🤣🤣🤣. Te quiero mucho preciosa. Que continúe tu inspiración para escribir estás historias, anécdotas, relatos tan interesantes y verdaderos. Yo tengo un montononon de recetas de Instagram ,que NUNCA he preparado 😅😅😅
Que dirá tu mami 😘bella? .Orgullososisiima de ti.