Mucho de lo que escribo podría empezar con «hay un capítulo de Friends que…» y, sin embargo, elijo no comenzar así para que parezca que mis fuentes de inspiración son mucho más diversas. Pero es que hay un capítulo de Friends en el que Chandler está buscando un cambio de carrera, o al menos saber cuál es «su sueño», para lo que toma un montón de pruebas de vocación profesional y de personalidad que terminan diciéndole que es ideal para una carrera en procesamiento de datos en una gran corporación multinacional, que es lo que ya hace.
De hecho, esta discordancia laboral es tan marcada e inequívoca de Chandler como personaje, que requiere su propio hilo de Reddit y que ya bien entrada la temporada cuatro, genera el mítico episodio donde Rachel y Monica fallan en responder el nombre de la profesión de Chandler en un juego de trivia, por el que en cambio responden con una palabra inventada: transponster.
Pues bien, en lo laboral, soy Chandler. Si yo os dijera a qué me dedico, lo olvidaríais en cuestión de minutos. Lo he visto ocurrir con el más variado tipo de personas; desde las mejores intencionadas que preguntan educadamente cada vez que nos vemos qué es eso a lo que me dedico exactamente como si esta fuera la vez definitiva que lo van a memorizar, las que lo están olvidando al mismo tiempo que lo voy explicando, las que ya no entran en detalles de la ocupación en sí, pero se enfocan en preguntar cómo me encuentro actualmente en cuanto al curro se refiere, las que van recordando palabras clave a medida que las repito y me las lanzan de vuelta —¡proyectos! ¡datos! ¡finanzas! —, como en un lip sync con retraso…
Si habéis caído, como yo, en ver la miniserie de brujas Agatha all along a finales de octubre o inicios de noviembre, sabréis que había un joven brujo que, al pronunciar su propio nombre, los labios se le desdibujaban debido a un hechizo de protección que tenía encima el cual hacía que las brujas no pudieran enterarse de su identidad. Así me imagino que me ven les otres cuando nombro el trabajo que me da de comer.
Envidio a quienes pueden decir en una sola palabra aquello que hacen, o que llaman profesión, y que sus interlocutoras con ello sean capaces de un emparejamiento inmediato en sus cabezas con una imagen clara de libro de texto de primaria; veterinaria, albañil, profesora, actriz. Pero no es mi caso, no porque mi trabajo sea demasiado difícil sino porque suena ficticio y requiere una serie de contextos que a nadie que esté haciendo la pregunta le interesa conocer.
La primera vez que tomé una prueba vocacional estaba — creo— en mi penúltimo o último año de bachillerato y de verdad tenía fe en esa prueba porque yo no tenía ni idea de qué podía «ser». Pensaba que ese día iba a ser mi particular juicio final. El día que el sombrero me asignaría a Gryffindor o cualquier otra casa. Pero todavía faltaban meses para que se estrenara en cines la película. Y la prueba resultó ser una lista interminable de preguntas que no determinaron nada mágico en mí.
Se habla más bien poco de nosotras las que somos o fuimos igualmente promedio en ciencias y humanidades, letras y mates, a las que tanto binarismo académico nos hizo mal.
Y cierto es que, si tanto quisiera definirme con una sola palabra, podría utilizar la que se indica en el diploma que me dieron cuando me gradué en 2007. Pero qué cosa más loca ¿no? ¿Sería eso más preciso, hoy, que decir transponster? No lo creo. Quizás sería igual de inexacto definirme por ese título como definirme por lo que hago de 8 a 5.
Otras alternativas
Siempre he llevado mal no saber en qué «soy buena», porque «mi sueño» no se tradujera en una salida laboral rentable (¡oh! la rentabilidad, la manera de soñar en el capitalismo…) y como no se gana dinero con lo que sueño hacer, no sueño y en consecuencia, he terminado concluyendo que no tenía ninguno. Me ha costado mucho tiempo y esfuerzo reconocer ese patrón. Y más tiempo y esfuerzo todavía saber que «ser buena» en algo, podía también pasar por y tomar la forma de una validación propia, que otres podían verme equivocarme o sencillamente cambiar de opinión. Quizás y sobre todo, la última parte.
Por tanto, me permito soñar en listas en vez de párrafos, porque se siente asequible:
Como os comenté en la carta pasada, sueño con ser corista de un merenguero famoso y aunque nunca lo he hecho, creo firmemente que es una de mis vocaciones.
O su vertiente; ser corista de una diva de la balada internacional.
El otro día salió que forrar regalos como en una cadena de producción me resulta increíblemente agradable. Entonces, elfa de Papá Noel, también entra en la lista.
Tanto cuando me bebía cinco cubatas en una noche como ahora que no bebo casi, siempre me ha gustado ser esta amiga que hace reír a las suyas exagerando sus pasos de baile.
Booktuber a los cuarenta, no lo descarto.
Tener un podcast con una amiga a la que nunca le he dicho que nos veo teniendo un podcast.
Llevar listas, llevar Excels bonitos, llevar diarios, llevar cuadernos de todo, pegar pegatinas, registrar.
Tener una tienda de papelería en un pueblo perdido donde nadie vendría a comprarme nada. Tal vez verme en la necesidad de colgar fuera: hay pan de higos.
Dejar instagram un día y en cambio caer en madrigueras de temas y subtemas que me obsesionan. Leer más.
Seguir escribiendo mi pequeña newsletter.
Casi al final del capítulo, derrotado ante los resultados de las pruebas vocacionales, Chandler pregunta «¿no parezco alguien que debería estar haciendo algo realmente genial?».
Si bien la pregunta escuece un poco y yo también me la hago, sería uno de mis mayores deseos de navidad y ahora que se aproxima el cambio de calendario, que os permitáis hacer esta lista de alternativas tanto si sois transponsters como si no. Esta puede ser una lista secreta. Pero admito que me encantaría saber en qué profesiones os veis sobresaliendo aunque nunca os hayáis aproximado a hacerlas o aunque nadie pague dinero actualmente por aquello que os veis haciendo.
Felices fiestas, queridas
Gracias por esta carta, Adri querida, qué fantasía es siempre leerte y zambullirme en los pensamientos que me nacen de tus reflexiones. Y las risas que le acompañan!!!! Me iría de corista contigo al fin del mundo y también a esa papelería con pan de higos, of course! A mí lo de ser maestra me hace bien, pero soñar es gratis y necesario: me veo haciendo ganchillo en una playa cualquiera, haciendo mejunges con plantas o fotografiando el mundo: hay tantas posibilidades... Ojalá tiempo para charlar de esto largo y tendido. Un abrazo enorme. Carmen
Eres lo máximo ! me encanta leerte