Una de las principales piezas de ropa que recuerdo amar, era un jersey acanalado color blanco roto que usaba mucho. Los canales del jersey eran gruesos y el punto era trenzado, a mi parecer, precioso.
Esto data de hace tanto tiempo, que recuerdo hablar con un amigo que — también—me gustaba mucho por MSN messenger (¡!) mientras lo tenía puesto. Y recuerdo que hablaba con él porque sin que yo se lo preguntara me informó que mi jersey era de vieja.
Para contextualizar, la interacción era este tipo de interacción juvenil donde ninguno nos decíamos que nos gustábamos pero pasábamos todos los minutos posibles del día y la noche hablando la una con el otro, por diferentes vías, pero casi siempre texto. De hecho, ni siquiera estoy segura de si para ese entonces ya tenía una web cam, o si simplemente me pidió una foto en el momento y por eso supo lo que llevaba puesto.
Continuando la contextualización, la palabra oversized no ocupaba memoria RAM en la cabeza de nadie, así como tampoco la palabra vintage, que dudo fuera de alta rotación, ni con énfasis en «vin» ni con énfasis en «tage». En aquel momento todavía estábamos sintiendo el pantalón de corte bajo como una verdad inamovible, del mismo modo en que la tela elástica estaba viviendo su máximo apogeo en todo tipo de tops, muy parecido al que está viviendo en la actualidad. Entra imagen de Las Ketchup.
Pero traigo este recuerdo a la palestra porque creo que fue una de las primeras veces que pude registrar una opinión externa — una que evidentemente en ese momento me importaba —, modificando una opinión mía, que creía formada. Dejé de usar el jersey oversized tipo vintage antes de saber lo que era. Me gustaría contar otra historia, pero eso es lo que pasó — quizás no inmediatamente— pero con el tiempo, dejé de usarlo.
Que yo tenga memoria, la segunda vez que pasó algo similar, ya existía Facebook. (Pero obviamente no es así, pasó muchas más veces, sólo que estos episodios en particular quizás me dieron más vergüenza, rabia o incomodidad y por eso los recuerdo.)
Publiqué una foto «equis» — que era lo mismo que random y dicho con el mismo desdén— como hacía una en aquel entonces, sin miedo a que cosas nimias pasaran a la posteridad.
La foto era una de mis piernas y pies mostrando unos calcetines largos y gruesos de invierno con una lengüeta que salía por la parte de los dedos, simulando una serpiente de ojos caricaturescos y tiernos. Estos calcetines me encantaban, claro está, sino no hubiese pensado que eran carne de Facebook.
Esta vez, otro amigo, de ese momento vital distinto y con el que no guardaba interés amoroso ni secreto ni expuesto, comentó en mi foto
— los matapasiones, jajajaja.
Por un deseo de cumpleaños concedido, actualmente tengo la suerte de ser participante en el taller de crisi, en base al libro de Sara Ahmed, Vivir una vida feminista, así que consciente e inconscientemente he estado repasando mi historia de vida. Creo que esto que escribo es una consecuencia directa del taller. Ahora me queda claro por qué se autodenominan «espacio de pensamiento crítico», porque eso es exactamente a lo que se dedican, y sobresalen haciéndolo. Les admiro desde hace mucho; lo que en años de internet se siente como tiempos inmemoriales.
Pues bien, dentro de mi historia, la moda se siente como algo que he podido explorar. Ya sea porque en algunas etapas me he creído el cuento de que es una manera de expresar quién eres o porque, desde siempre, le doy mucha importancia a la belleza, con todo lo bueno y malo que eso trae consigo.
De dicha exploración ha resultado por ejemplo que usara una camisa elástica, manga larga de malla color verde loro y un cinturón de remaches negro que me hiciera sentir lo más. Entra imagen de Avril Lavigne. O una superposición de minifalda de jean sobre leggings blancos satinados y un collar de bolas de madera que era sencillamente imperdonable.
Lo que me gusta de recordarme usando estos modelitos es reconocer mi propio convencimiento de ellos, casi una pureza de criterio aunque es evidente que no, que lo que nos parece bello, estético y «guay» en el momento, está empapado del contexto, la cultura y los medios.
Digo «casi pureza» y no lo digo a la ligera; en este aspecto me doy la victoria, pues, ya que mi contexto-país era uno hipersexualizador para las mujeres desde antes de llegar a serlo y también porque como podréis constatar de vuestras propias historias, habréis recibido comentarios no solicitados miles de veces sobre vuestros cuerpos y apariencia, que han informado lo que concluimos que era valioso ser o no ser. En mi caso particular y como ya os conté arriba, siempre joven y siempre sexy.
Ahora que tengo más edad y más palabras para llamar a las cosas por su nombre, puedo afirmar que sin intención o alevosía, he estado usando la ropa como un desafío a aquellos mandatos — en eso la ropa de segunda mano y vintage me ha sido de mucha ayuda —y puedo darme el final feliz que ansiábamos, escribiendo esto con un pantalón de pierna bombacha oversized de stock original de los noventa que un día en 2046 cuestionaré pero sabré fue una elección «casi pura» en criterio y que mató algunas pasiones.
En esta semana en especial, mientras leemos sobre Errejón, nos sabemos todavía en un mundo donde nuestra ropa no puede protegernos de ser cosificadas. Sin poder refutar lo anterior, me dejo sostener un deseo; que al menos — la ropa — nos de el espacio suficiente para meter nuestros cuerpos cambiantes dentro y sentir que se alinean con la idea que tenemos de nosotras mismas, muy a pesar del male gaze.
Preciosa de mi corazón.
Este escrito está fenomenal Muy bueno!!! Y como siempre,a, dices tus cosas claras sin dejar de lado ese toque ,muy toque Adriana de gracia .Con la ropa y la moda siempre ha SIDO ASI. Quizás eres una rebelde de la moda .
Yo si pienso que la ropa,una vestimenta ,una media fuera de tiempo, escena y lugar vestua mos hace más libres ,independientes y felices. Cuando no le hacemos mucho caso ,libres e independientes somos. Seguir todas las reglas y pautas de la moda bos codifica y cosifica... Arriba los atuendos y estilos matapasiones !!!
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Creo que a todos nos ha pasado, e independientemente de las edades, el contexto o el momento, el comentario generalmente cambia nuestra relación con esa ropa u objetos llamados “mata pasiones” y duele porque generalmente son súper cómodos y creo que también están vinculados a nuestra memoria.