Tal parece que vamos por mitades. A veces ni siquiera eso. Podría decirse que nos reconforta dividir las cosas en partes para mirarlas en detalle. La muestra de esto son todos los vídeos y publicaciones recapitulativas de los primeros seis meses del año que hemos visto en las últimas semanas. ¿Nos gusta hacer inventario? ¿Nos hace sentir abundantes? ¿Nos consuela? Si es así, concluyo que es bonito encontrar alivio en algo aparentemente fácil de hacer.
Mis favoritos de lo que va de año. Mis lecturas de 2024 (hasta ahora). Reset de mitad de año. Cómo cambiar tu vida en 6 meses. Revisión de objetivos. Es una mirada fría y con mucho buqué a Fondo Monetario Internacional, pero somehow se ha colado bien en nuestras vidas. Es decir, internet.
Hago un tratamiento comparativo de nuestras vidas con el internet porque quizás no soy yo la única que se convence a ratos de que todas las personas hacen más con sus vidas que yo con la mía.
Tal vez esa sensación se debe a la injusta proporción que se plantea ya desde el encabezado: una vida versus todas las vidas de las que soy testigo via internet. A menudo me viene el pensamiento de que no estamos bien preparadxs para vivir a escala 1:100000000.
A inicios de año escribí sobre mi relación con el tiempo de pantalla. Y tras más de seis meses de uso de la app que bloquea apps a ciertas horas del día, todavía paso un promedio de dos horas mirando la pantalla del móvil.
He reunido algunas lecciones:
Ha sido importante no tener acceso en la mañana a estas apps para evitar invertir la primera media hora del día en el móvil, antes de pasar revista a mi propia vida. Es un hábito que me estaba generando angustia y delegar este acto de pura voluntad a una app, me ha ayudado mucho.
Antes de darme cuenta de lo anterior, aunque tenía Instagram bloqueada, por unos cuantos días me atajé sustituyendo el tiempo de scrolling en Pinterest. Así que tuve que incluir esta app en el bloqueo de las mañanas.
No sé si he usado el tiempo para algo mejor o «más útil». Tampoco he leído más que otros años.
Continúa la necesidad de ir desafiando siempre la definición de «útil» que me fijo a mí misma para todo tipo de tareas.
Sigo teniendo muchos impulsos de compra y llevo una lista de todas las capturas de pantalla de las cosas de las que me voy antojando (desde cursos online hasta ropa de segunda mano, y por supuesto, libros). Me he dado cuenta también de que la gran mayoría de estos impulsos sí que vienen de las redes sociales pero también de las newsletters y correos promocionales a las que yo misma estoy suscrita, además del tema «rebajas» que arrecia con fuerza ahora mismo. Agárrense fuerte.
Posiblemente la lista de impulsos es un capítulo en sí mismo. Solo diré por ahora que, de alguna manera, registrarlos me da por una parte paz de saber que no voy a perder la información en la inmensidad y por otra parte, me da tiempo de enfriar el impulso. También me ha abierto los ojos a la implacable exposición de deseos materiales ante la que estamos todo el tiempo.
Creo que sé identificar mejor cuándo estoy haciendo scrolling mecánico y cuándo estoy escogiéndolo activamente.
Mi experiencia es la que acepto atender. Sólo aquellos elementos que noto dan forma a mi mente; sin un interés selectivo, la experiencia es un caos total.
~Jenny Odell, (How to do nothing, 2019)
la parte sobre leer
Hay una parte de mí a la que le da cringe citar un libro de 2019 que hizo las rondas en bookstagram y booktube durante lo que pareció ser todo 2020; como fue Cómo no hacer nada de Jenny Odell. A la otra parte de mí que resta, le fastidia que la expresión cringe le venga a la mente por defecto y sin oposición.
Opino que lo anterior también forma parte del error de escala: la rapidez con la que los temas pasan a parecer caducos sólo por cuánto nos haya expuesto el algoritmo a su mención, o también que aparezca primero «cringe» en mi cabeza con lo sabroso que me resulta pronunciar «vergonzoso» con dos eses.
Oliver Burkeman, que también ha escrito sobre la distracción y lo ha hecho muy bien, y que dicho sea de paso me da cringe vergüenza mencionar de nuevo, explica por qué nos cuesta especialmente hacer lo que en verdad queremos hacer; lo que nos hemos dicho que sí importa pero que, llegado el momento, no queremos hacer:
La solución a este misterio, por dramática que parezca, es que cada vez que sucumbimos a la distracción, intentamos huir de un encuentro doloroso con nuestra finitud, con la difícil situación humana de tener un tiempo limitado, y más especialmente, en caso de la distracción, control limitado sobre ese tiempo, lo que hace imposible tener certeza de cómo resultarán las cosas.
Oliver Burkeman, (Four thousand weeks, 2021)
Decido creerle a Burkeman y encuentro motivo para la compasión ¡por fin! en el acto de procrastinar. Nos encuentro más humanas que nunca. Nos entiendo. Nos veo haciendo inventario de lo que llevamos recorrido y me digo ¡claro que sí! ¿cómo no hacerlo?
Me solidarizo con las reflexiones aquí expresadas. Me encanta como escribes. 💕🗒️mi querida Adri.
Te leo. Me reconozco en tus palabras. Nos reconozco.
Y me quedo con un sabor agridulce en la punta de la lengua.
Es dulce: el reconocimiento de una situacion y perspectiva tan humana y cotidina, libera culpabilidad.
Es terriblemente agrio: ¿No es como si tuviéramos que ponernos límites en tantos ámbitos? ¿Cómo si tuviéramos que luchar contracorriente contra la marea revigorizada del capitalismo, la rapidez, la "normalidad" normativa?
Como siempre, tus palabras me llevan de vuelta a mí. Y hoy, hoy estoy cansada. Pero qué bien que al leerte me he dado cuenta.
Gracias, Adri.
Un abrazo,